Agenda de Sadrac

  • Sadrac predica todos los domingos en la Comunidad Cristiana el Bosque a las 5 p.m. Templo de la Iglesia Bautista China en Zapote.

jueves, 18 de marzo de 2010

Nosotros lo hemos dejado todo por seguirte… ¿Qué ganamos con eso?

Mateo 19:27-20:16

Habiendo vivido fuera de Costa Rica durante los años 2000 al 2007, me sorprendió al regresar ver que los mejengueros (jugadores ocasionales de futbol) ya no jugaban en las canchas tradicionales al aire libre, con espacio para equipos de 11 jugadores y gratuitamente. Ahora todo mundo juega en canchas privadas de futbol con espacio para 8 o 5 jugadores por equipo, y pagando el equivalente a 3 y 4 dólares americanos por hora. Este es uno de los nuevos negocios de la última década en Costa Rica. Es curioso que a este tipo de jugador no se le ocurra cobrar por jugar. Al contrario, está totalmente de acuerdo con pagar para jugar una hora. Todo por amor al juego. El sabe que otros cobran millones de dólares por jugar en las ligas europeas por ejemplo. Pero no es así con los mejengueros. Sería ilógico que cuando me mandan a mí el mensaje de texto por el celular invitándome a la mejenga yo contestara: ¿cuánto me van a pagar? Si lo hiciera, no me volverían a invitar.

La explicación de la situación anterior no está en que los mejengueros no jueguen realmente futbol sino otro deporte. Hay diferencias cualitativas físicas, técnicas, tácticas, etc., pero esas tampoco hacen la diferencia que yo ando buscando. ¿Por qué? Porque mi punto no es que no hayan diferencias entre los mejengueros y los profesionales. Mi punto es que sería ilógico que el mejenguero quisiera ser pagado por jugar futbol. Al contrario, el mejenguero paga gustosamente por jugar una hora. ¿Por qué? El tiene claro que este tipo de actividad no es pagada, sino que tiene que pagar. Además, no se queja de pagar porque valora que la dicha de jugar, jugar por jugar, es suficiente paga.

¿De dónde hemos sacado los cristianos que Dios tiene que pagarnos por ser cristianos? ¿De dónde hemos sacado los siervos del Señor que Dios tiene que recompensarnos por nuestro servicio? La Biblia dice que Dios bendice al justo, ¿Qué sería una bendición para alguien que ya tiene la bendición de ser justo? Dios bendice a sus hijos, ¿Qué bendición mayor hay que ser hijo de Dios? Dios nos invita a servirle, ¿Qué bendición mayor hay que servir al lado de Dios en su propósito?

Pedro, en representación de todos los discípulos pasados y presentes, le recuerda al Señor que lo hemos dejado todo. Antes de pasar a la pregunta de Pedro sería bueno asegurarnos de qué hemos dejado nosotros por el Señor. En mi caso, materialmente nunca he dejado nada. Al contrario, Dios me ha dado todo. Es cierto que habiendo entendido el mensaje de la Palabra de Dios, con la ayuda indispensable del Espíritu Santo he tratado de santificar mi vida apartándome de lo malo (cosa que he logrado, en general, a medias; en algunos períodos con más éxito que en otros). Por otro lado, en donde he tenido más éxito es, con la ayuda de su gracia, en rendir mi voluntad a Él. Es cierto también que a los 18 años dejé mi familia por seguir el llamado del Señor. Pero siendo esta experiencia tan común (la de dejar la familia a esa edad) no creo ni que valga la pena recordársela al Señor. Así que, cada quien haga su análisis en relación al planteamiento de Pedro. No dudo que los discípulos de Jesús dejaron las cosas que Pedro menciona. Tampoco dudo que ese sea el caso de algunos de mis lectores. No es el mío. Pasemos a la pregunta de Pedro.

¿Qué ganamos con eso? El esquema de recompensar las acciones o servicios prestados es un esquema muy común en la esfera humana. Me gustó mucho ver un día de estos en una televisión extranjera que estaba pasando un programa de agarrar de maje a las personas (este es un dicho costarricense, que significa agarrar de chancho, o vacilar a las personas). Concretamente presentaba a una persona que como parte de su trabajo transportaba víveres en una bicicleta. Se supone que se le había dañado la bicicleta, estaba en apuros, tenía que hacer la entrega, etc. Todo era un montaje. El propósito era ver si alguien le ayudaba (algún buen samaritano). Lo que me gustó es que, aunque todo es montado, al final, efectivamente le dieron un premio al hombre de buena voluntad que ayudó a esta mujer. Este esquema de recompensar las acciones de las personas es muy común y existe en muchas áreas de la vida, pero no en todas.

Con el ejemplo de los mejengueros he ilustrado que hay personas que juegan al futbol por amor al juego, por la experiencia en sí. No esperan ninguna paga. Al contrario, con gusto pagan por jugar. Hay otras áreas de la vida como por ejemplo la relación entre padres e hijos. Normalmente los padres atesoran para los hijos y no los hijos para los padres. Normalmente un padre o madre se daría por satisfecho o satisfecha con poder proveer para sus hijos y que estos sean personas de bien. Aunque un poco raro, existe en el mundo algo que se llama dar sin esperar recibir.

La contrapregunta que debemos hacer a la pregunta de Pedro es si en el campo religioso es posible, necesario, adecuado, pertinente, aplicar el esquema mérito-recompensa. De que se hace, no hay ninguna duda. El extremo de esta tendencia seguramente está en aquellas religiones en donde la salvación espiritual del ser humano depende del ser humano. Es decir, la salvación es un premio al comportamiento humano o un premio al cumplimiento de los requisitos establecidos por la deidad para las personas. ¿Es esto el cristianismo? Nuestra respuesta la encontraremos siguiendo la respuesta de Jesús a Pedro.

Lo primero que hace Jesús para contestar a Pedro, es llevarlo al final de los tiempos, al tiempo de la renovación de todas las cosas. Al momento cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono. Al momento de entrar en la vida eterna. En ese momento, se manifestará la recompensa. No se dice qué, ni cómo. Se asegura diciendo, recibirán cien veces más. Obviamente, Jesús desea asegurar que los que han dejado cosas “por la causa” de Cristo, recibirán recompensa al final de los tiempos. No sería bueno pasar demasiado rápido por la expresión “por mi causa”. ¿Cuál es la causa de Cristo?

Pedro había usado la palabra inclusiva “todo”. Lo hemos dejado todo. Jesús es el que hace un desglose diciendo: casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o terrenos. Si nos atenemos a lo dicho, al final de los tiempos, en la venida de Cristo, los seguidores de Cristo recibirán cien veces más lo que han dejado. Tendremos cien padres, cien madres, cien hijos (si ha dejado uno). Si se dejó una casa por la causa de Cristo se recibirán cien. Si se dejó un terreno, se recibirán cien. Y por si fuera poco, también se recibirá la vida eterna (¡seguramente para vivir mil años en cada una de las casas!). No. Esta no puede ser la interpretación más seria. Lo que Jesús está diciendo es que si vamos a hablar de recompensa, hay que ponerla en perspectiva de lo que es la verdadera recompensa. La recompensa real y definitiva es la que el Señor nos dará cuando su reino sea establecido plenamente. Esta recompensa no puede ser medida en medida humana. Pero sobrepasará cualquier expectativa humana. Reinar con Cristo y la vida eterna son las recompensas definitivas. De por sí, las necesidades materiales de esta vida, es casi seguro, que no aplicarán con la misma urgencia en el reino de los cielos.

El pasaje no nos dice cómo le cayó esta respuesta a Pedro. Pero si no lo animó demasiado, el siguiente dicho de Jesús lo dejó descompuesto: Pero muchos de los primeros serán últimos, y muchos de los últimos serán primeros. Aunque Pedro no haya entendido en su totalidad el dicho de Jesús, estoy seguro que entendió que él y sus compañeros discípulos eran los primeros que serán últimos. Este mismo dicho es repetido al final de la parábola de los trabajadores de la viña (20:16). Esto es un dato muy adecuado para tratar de entender la parábola a la luz del dicho y el dicho a la luz de la parábola. Por eso ahora, dedicamos nuestra atención a ella.

La primera parte de la parábola (Mateo 20:1-7) describe la contratación de trabajadores que hace un propietario de una viña. Estos trabajadores son contratados en diferentes horas del día, unos a las seis de la mañana, otros a las nueve y a la doce mediodía. Otros a las tres de la tarde y un último grupo a las 5 de la tarde. El contrato laboral se establece con los primeros: la paga de un día de trabajo. Con los demás, se insinúa que será lo que sea justo. En esta historia, por lo demás normal (aún para nuestros estándares culturales), se resaltan dos cosas como interesantes. Primero la insistencia de este propietario en contratar obreros. Aparentemente tiene una necesidad inagotable, la cosecha está realmente lista y los obreros son pocos, hay una urgencia porque aparezcan trabajadores, aunque aparezcan a última hora.

La segunda cosa interesante es que solamente con el último grupo contratado, los últimos, se entabla en verdadero diálogo. ¿Por qué han estado aquí desocupados todo el día cuando yo los he estado necesitando tanto? Y ellos contestaron: Porque nadie nos ha contratado. Ellos son los últimos no solamente en sentido cronológico. Son los últimos en sentido cualitativo: nadie los ha querido contratar. Tal vez son muy viejos, tal vez son mujeres, tal vez están enfermos, tal vez están embarazadas, tal vez no tienen los estudios necesarios, tal vez no tiene los papeles en regla, etc. Son los desechados por la sociedad. Al propietario de la viña esas cosas no le importan: vayan a trabajar ustedes también en mi viñedo.

La segunda parte de la parábola (Mateo 20:8-15) tiene que ver con el pago de los obreros al finalizar la jornada. Y esta parte sí que no tiene paralelos en nuestra cultura (ni en ninguna cultura que yo sepa). No hay manera de hacer sentido de esta parte. Los que trabajaron una hora, recibieron el pago de todo un día. Los que trabajaron todo el día, recibieron el pago de todo un día de trabajo. ¿Pero qué es lo que no se entiende en la parábola? Notemos en primer lugar que la justicia de la ley no ha sido quebrantada. Amigo, no estoy cometiendo ninguna injusticia contigo, le dice el propietario a los que reclaman. Si no hay injusticia, ¿qué es lo que se reclama?

Que alguien, en algún momento, sea generoso y pague a un obrero más de lo que ha trabajado, no es una experiencia tan lejana a nosotros para que no la entendamos. A mí mismo, literalmente, me han pagado más de lo que he trabajado algunas pocas veces. Me refiero a casos cuando mi empleador ha querido “bendecirme”. O sea, nosotros tenemos experiencias de recibir gracia inmerecida. ¿Cuál es el problema de los que trabajaron todo el día? En primer lugar se trata de una expectativa que ellos desarrollaron. Al ver que los últimos estaban recibiendo más de lo que merecían, ellos convirtieron esa gracia en ley y la aplicaron a sí mismos: un denario por una hora de trabajo, significa 12 denarios por nuestras doce horas trabajadas. Luego, cuando ellos explican su enojo y frustración con el propietario por haberles pagado solamente un denario (que era lo que habían acordado), aclaran que el propietario los ha “igualado” con los últimos, o sea “los ha tratado como a nosotros”.

Definitivamente, los obreros están pensando (operando) con un esquema de mérito-recompensa. Es este esquema el que convierte esta parábola en un enigma. En otras palabras, el que la hace la paga. Al que hace poco, se le debe pagar poco. Al que hace mucho, se le debe pagar mucho. La prueba de que este esquema es el que está operando es que ellos se sienten ofendidos cuando no se aplica este esquema a todos. El que el dueño haga una excepción, no es permitida, a menos, claro está, de que uno mismo sea el beneficiario de tal excepción.

Como dije antes, el esquema de mérito-recompensa funciona muy bien y mucho en nuestra sociedad. Las leyes del país, y de manera especial, las leyes laborales están para salvaguardar este principio lo mejor posible. Pero eso no constituye la totalidad de la vida humana, como también he ilustrado antes. ¿Opera en el cristianismo el esquema mérito-recompensa? Es probable. ¿Es el esquema dominante? Lo dudo. ¿A cuáles áreas de la vida cristiana se aplicará este esquema y cuáles no? ¿Cómo saberlo?

El tema planteado por Pedro es el servicio cristiano. ¿Se aplica el esquema mérito-recompensa en el servicio cristiano? Jesús usa el vocabulario de recompensa para cuando el reino de los cielos sea establecido. Aunque este es un lenguaje simbólico, obviamente se afirma que precisamente la vida eterna y la salvación eterna pueden verse como recompensa. No necesariamente de obras particulares, sino de cumplir la voluntad de Dios en esta vida.

En cuanto a la parábola en sí, tenemos que decir que no puede ser entendida a menos que usemos otro esquema o demos inicio a otro esquema que no sea el de mérito-recompensa. Esta parábola corresponde al reino de Dios. En el reino de Dios prevalece la generosidad de Dios. Pero el nuevo esquema que esta parábola da inicio es que el servicio cristiano no es un medio sino un fin. No servimos a Dios para alcanzar un objetivo o recompensa sino que la recompensa es servir a Dios, ser llamado a servir a Dios. Esto en la parábola está enseñado por el hecho que la primera situación a resolver es el desempleo y no la paga. Para el desempleado la primera meta es ser contratado, ser invitado a trabajar. Si esto no convence, piense en los contratados a las cinco de la tarde, que no se han ido a su casa porque no tienen nada que comer. Están creyendo contra esperanza que van a ser contratados aunque sea a última hora. La meta de estas personas es ser contratadas y no negociar una buena paga. Esta es nuestra condición.

Este nuevo esquema de entender la vida cristiana es que ser hijos de Dios no es un medio sino un fin. No somos hijos de Dios para que Dios nos bendiga, sino que la bendición es ser hijos de Dios. ¿Qué se le puede añadir a la calidad de hijo? Buscar el reino de Dios no es un medio sino el fin de nuestras vidas. En la búsqueda del reino de Dios está la felicidad y no que la felicidad sea la bendición que Dios añade al ver nuestra búsqueda. El cristianismo no es un medio sino un fin. Hemos encontrado la perla de gran precio. Hemos encontrado el tesoro escondido. Todas nuestras búsquedas se han acabado porque ya hemos encontrado todo. Ya nada más necesitamos. Ya no hay bendición que pueda ser añadida porque no hay nada que necesitemos ni nada que añadir. ¿Para qué buscar las bendiciones de Dios si tenemos a Dios?

Nosotros le hemos dejado todo. ¡Gloria a Dios! Nada de eso servía para nada. Lo considero basura, dijo Pablo. El que pierde su vida por mi causa, la hallará. ¿Qué ganamos? Pregunta equivocada. Servir a Dios se parece más a ser mejenguero que a ser jugador profesional. En el juego está la recompensa. En servir está la recompensa. Sin embargo, podemos decir, ganamos la vida. Ganamos a Dios. Dios es nuestra herencia. Ganamos lo que no se puede perder y lo que no puede ser quitado. Ganamos porque somos más que vencedores por medio de Cristo, y nadie podrá separarnos del amor de Dios.

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Pastor de CCEB y Profesor del Seminario ESEPA. Ver más información en www.esepa.org