Agenda de Sadrac

  • Sadrac predica todos los domingos en la Comunidad Cristiana el Bosque a las 5 p.m. Templo de la Iglesia Bautista China en Zapote.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Mi meditación bíblica de hoy Génesis 2

“hálito de vida”, “ser viviente”, “árbol de vida”

¿Qué le dio Dios al ser humano cuando lo creó? Le dio vida. Dios está en el “negocio” de la vida y no de la muerte. A veces las personas, ante una situación difícil exclaman “esto no es vida”. Efectivamente, las personas tenemos una carencia de vida y la sociedad entera parece más una máquina de producir muerte que de propiciar la vida; sin olvidar esos ejemplos maravillosos en donde se promueve la vida (¡cómo olvidarlos si son tan escasos en nuestra experiencia!). Creo que se puede afirmar con confianza que el ser humano siempre ha reconocido su vocación para la vida. Por eso las filosofías nihilistas no terminan de convencer. La canción del cantante Mexicano Napoleón se impone: “vive, aunque no entiendas que de la noche nace la luz”.

Ratificando, y a la vez reorientando, esta verdad de que hemos sido llamados a vivir, Jesucristo dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Dios también reconoce que el ser humano tiene un déficit de vida. Es más, es Dios mismo quien en la Biblia nos enseña que nuestro caso es más grave de lo que pensamos. Estamos muertos en delitos y pecados. Si este diagnóstico nos parece demasiado severo, y queremos buscar otra opinión profesional, recordemos que Dios es el que nos dio la vida en primer lugar. Dios es la vida y dador de la vida. Yo soy la vida, dijo Jesús. Aún nuestros poetas cantores, como Serrat, nos enseñan que escapar del estado de muerte no es una opción humana: “Escapad gente tierna, que esta tierra está enferma, y no esperéis mañana lo que no se os dio ayer, que no hay nada que hacer [...] Si yo pudiera unirme a un vuelo de palomas y atravesando lomas dejar mi pueblo atrás. Os juro por lo que fui que me iría de aquí… Pero los muertos están en cautiverio y no nos dejan salir del cementerio”.

Aunque para el ser humano la muerte es ineludible, y parece su condición más real y a la vez, su destino natural, la intención de Dios fue y es que el ser humano viva. Por eso, él puso el árbol de la vida en el huerto del Edén. La vida está en el principio de la vida humana. Pero la vida está también al final de la historia humana. El árbol de la vida está presente en el cielo nuevo y en la tierra nueva, en la consumación de las últimas cosas (Apocalipsis 22:2). Lo que conecta a Edén y la tierra y cielo nuevos es Jesucristo, quien con su muerte y resurrección mostró nuestra condición de muerte (polvo de la tierra) y nos dio nuevamente vida (el Espíritu de vida).
En el Edén el ser humano escogió el conocimiento y no la vida. El conocimiento adquirido por el ser humano lo condujo a la muerte. Por eso es que la mayoría de los conocimientos que tiene el ser humano hoy en día son de destrucción, y pocos son los que llevan a la vida. Las palabras que he escrito aquí, son espíritu y son vida. Es un conocimiento espiritual. A cada uno nos toca decidir el conocimiento que aceptamos. Amplio es el camino que lleva a la muerte, y angosto es el camino que lleva a la vida. El amor a la muerte es la experiencia paradójica de algunos seres humanos. Pero, ese gesto brabucón, esa hybris, no es necesaria. Amemos la vida. Busquemos la vida. La vida que dura, la vida que no se acaba, la vida que no se agota.

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Pastor de CCEB y Profesor del Seminario ESEPA. Ver más información en www.esepa.org