En la época de la conquista española, había una leyenda llamada el Dorado. La idea era de un imperio o una ciudad en donde el oro corría como agua, calles de oro y vestidos de oro. Se supone que estaba en el centro de lo que ahora es Colombia. Los conquistadores motivados por esta leyenda se embarcaban en España y luego, ya en el continente, se internaban en la selva con la sed de descubrir tanta riqueza. Claro, esto era en el tiempo de la conquista. Hoy en día, el cantante español Joaquín Sabina tiene una canción que se llama Peces de Ciudad, y en una de sus líneas dice que para la gente de hoy ¡el Dorado es un champú! Cómo cambian las cosas.
Esto me recuerda que cuando yo conocí al Señor en 1978, la ilusión más grande que tenía un creyente era ser lleno de la plenitud del Espíritu o ser bautizado por el Espíritu. Se hacían cultos unidos, vigilias, retiros, etc., todo con el propósito de ser bautizado con el Espíritu. Hoy en día creo que el sueño no es ser lleno del Espíritu. Creo que hoy los cristianos sueñan con ser prosperados materialmente, con manejar un BMW, con una vida de prosperidad. Los pastores sueñan con ser profetas y apóstoles y con tener la iglesia más grande en la ciudad. Por supuesto, esto es una generalización y no pretende meter a todos en un saco. Pero los que tenemos tres décadas o más de conocer a la iglesia evangélica costarricense notamos los cambios de énfasis.
Nuestro título “la plenitud del Espíritu” alude a dos cosas que requieren nuestra máxima atención para entenderlos bien (aunque seguro, no completamente). En primer lugar, el Espíritu de Dios. En segundo lugar, la plenitud o llenura del Espíritu, lo cual alude a la relación del creyente con Dios. Seguramente siempre las dos cosas van juntas. Con el fin de buscar una aproximación adecuada al tema, voy a empezar comentando algunos versos del Antiguo Testamento.
¿Qué podemos decir del Espíritu de Dios? La primera mención del Espíritu de Dios en la Biblia es en el contexto de la creación. Génesis 1:2 dice que “la tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. ¿Qué podemos aprender del Espíritu de Dios en esta mención en el contexto de la creación? Que las obras y funciones del Espíritu no pueden limitarse a la persona individual o al creyente. El universo, la vida animal y vegetal, la vida humana como tal está llena del Espíritu de Dios. Nuestro mundo es un mundo lleno de la plenitud del Espíritu. El Espíritu es Espíritu de vida en su más amplia expresión. Este Espíritu de Dios no es conocido en su esencia sino más bien en su manifestación. Es una fuerza poderosa que todo lo anima, especialmente la vida. La relación del Espíritu Santo con la creación es una dimensión que necesitamos recuperar para entender al Espíritu Santo de Dios.
Una segunda mención del Espíritu de Dios la encontramos en Génesis 6:3. Aquí el contexto es el de la relación entre Dios y el ser humano. “Entonces dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; pero vivirá ciento veinte años”. No es cualquier relación. La palabra hebrea para contender (יָדוֹן) puede significar permanecer o luchar. Dios está diciendo que quitará su Espíritu y que dejará de tener tratos con los seres humanos. Esta falta del Espíritu de Dios significa la muerte más temprana de los seres humanos (vivirán no más de 120 años), pero también, la muerte por el diluvio está siendo anunciada. La relación del Espíritu Santo con cada ser humano es una dimensión que necesitamos recuperar para poder entender al Espíritu Santo de Dios.
Otra mención del Espíritu de Dios la encontramos en Éxodo 31:3 cuando hablando Jehová dice que “lo he llenado del espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte”. Se refiere a Bezaleel y todo eso es para que pueda trabajar con metales y con madera, y haga diseños creativos. Estas son capacidades “naturales”, son las habilidades con que algunas personas nacen: algunos son buenos en las matemáticas, otros son músicos, otros tienen don de gente, otros son genios con las palabras (como el genio de Úbeda), otros son buenos con las manos, otros inventan y crean cosas nuevas, etc. Una tercera dimensión que tenemos que recuperar para entender al Espíritu Santo de Dios es la relación del Espíritu con las capacidades naturales con que cada uno nace.
Un último pasaje que mencionaré es el Salmo 51:10-12. “No quites de mí tu santo Espíritu” dice David en un contexto de arrepentimiento y de deseo de una renovación interior. El Espíritu Santo es el único que puede transformar, renovar, regenerar nuestro ser interior para hacernos agradables y obedientes a Dios. Una cuarta dimensión que tenemos que recuperar para entender la obra del Espíritu de Dios es su relación con la transformación del individuo pecador.
Es cierto que en el Antiguo Testamento vemos al Espíritu de Dios viniendo sobre algunas personas llamadas por Dios para hacer tareas y ministerios específicos, como por ejemplo, ser rey, sacerdote y profeta. También vemos al Espíritu de Dios viniendo sobre los jueces en el período anterior. No hay duda que el Espíritu Santo es el que capacita a las personas para realizar las obras de Dios. Esta sería una quinta dimensión del ministerio del Espíritu Santo. Tiene que ver con las obras de Dios que son necesarias para la salvación de toda la humanidad. Me da la impresión que esta dimensión es la más enfatizada en nuestro medio. Pero la obra y ministerio del Espíritu Santo no pueden ser reducidos a estos aspectos, por más importantes y claves que sean.
Con estas cinco dimensiones del ministerio del Espíritu Santo en mente, ahora tenemos que ubicar lo que el Antiguo Testamento concibe como la promesa del Espíritu. Esta promesa es parte integral de un nuevo pacto. En Números 11:29 Moisés expresa su deseo de que Dios ojalá pusiera su Espíritu sobre todo el pueblo. Este deseo de Moisés expresa el deseo de Dios. Pero es en el plan de Dios, en su tiempo y en su economía de salvación que Él cumplirá este deseo suyo. Por eso en Jeremías 31:31-34 Dios promete un nuevo pacto para su pueblo. Este nuevo pacto consiste en que “daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”.
No es de extrañar que los cristianos asocien la promesa del Espíritu con la dimensión del ministerio del Espíritu Santo que más se enfatiza el día de hoy, a saber, a sus manifestaciones extraordinarias y exclusivas, como eran ungir para ser rey, sacerdote y profeta. Y tenemos que añadir que el ungimiento para ser apóstol ha tomado precedencia sobre los títulos anteriores. Pero esta perspectiva actual del Espíritu Santo es reduccionista en dos sentidos. Primero, se limita la promesa del Espíritu al empoderamiento del Espíritu Santo para hacer las obras milagrosas de Dios. Segundo, se mal interpreta la promesa al hacerla exclusiva para algunos, cuando en realidad, es para todos los creyentes. El Espíritu Santo nos convierte a todos los creyentes en reyes, sacerdotes y profetas. O sea, la promesa del Espíritu no es para crear un nuevo orden jerárquico sino que es expresión de un nuevo nivel de calidad de vida y de relación con Dios que cada persona ahora puede tener. Si todos somos profetas (que lo somos), es porque ya no necesitamos profetas. Por eso Dios dice “y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová” (Jeremías 31:34).
Pero la promesa del Espíritu en el nuevo pacto no está asociada solamente a las manifestaciones extraordinarias de Dios o a su obra de alcance a todas las naciones. El énfasis está en que el pacto antiguo fue invalidado por Israel (Jeremías 31:32), por su desobediencia. El nuevo pacto, asegura su cumplimiento por parte del socio humano porque “daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón”. Ezequiel 36:26-27 todavía más gráficamente dice “os daré corazón nuevo, y pondré Espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obras”. El ministerio del Espíritu prometido en el Antiguo Testamento es el ministerio de la renovación, de la transformación interior, y del cambio de corazón para hacer posible que amemos a Dios con todo el corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Todo lo que el Nuevo Testamento dice sobre el Espíritu de Dios es cumplimiento de la promesa del Espíritu hecha en el Antiguo Testamento. Es un error pensar lo contrario, por ejemplo, pensar que una cosa es el ministerio del Espíritu y otra el bautismo del Espíritu. La promesa del Espíritu es uno de los elementos del nuevo pacto. El nuevo pacto es establecido por Jesús, por su muerte y resurrección. El nuevo pacto y la obra de Cristo es el presupuesto de todo lo que enseñan los libros del Nuevo Testamento, incluyendo lo que dicen los evangelios.
No hay sorpresas entonces cuando en el Nuevo Testamento el ministerio del bautismo del Espíritu Santo y de la llenura del Espíritu Santo es asociado con la de dar vida a los muertos espirituales, con el despertar de aquellos que están dormidos espiritualmente, con engendrar hijos de Dios. San Juan 1:12 dice que a los que reciben a Jesús se les da el derecho de ser hijos de Dios, los cuales son engendrados por (el Espíritu de) Dios. Esto se lo aclara Jesús a Nicodemo en Juan 3. Hay que nacer del Espíritu para entrar en el reino de Dios.
Pablo dice que los que están en Cristo (sembrados en Cristo por la fe) son una nueva criatura (2 Corintios 5:17) y que tenemos la mente de Cristo (1 Corintios 2:16). Todo esto porque cuando estábamos muertos en delitos y pecados Dios nos dio vida con Cristo por su Espíritu (Efesios 2:1-7). El que cree en mí, dijo Jesús, de su interior correrán ríos de agua viva (Juan 7:37-39).
Pablo en Gálatas 5, añade que el Espíritu produce frutos en el creyente, así como la naturaleza pecadora produce frutos en el no creyente (y también en el creyente). Estos frutos son el nuevo carácter de los hijos de Dios. Pablo mismo en 1 Corintios 12 enseña también que el Espíritu Santo da dones a los creyentes para edificar el cuerpo de Cristo. Hay un empoderamiento del Espíritu para hacer la obra de Dios en el contexto de la iglesia.
No hay que olvidar el empoderamiento del Espíritu para hacer la obra de Dios fuera de la iglesia, en el mundo, para ser testigos de Cristo ante los no creyentes. Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra, dijo Jesús en Hechos 1:8. Y en Juan Jesús les dijo que como me envió el Padre, así también yo os envío. Inmediatamente luego les dijo, recibid el Espíritu Santo. Y añadió, a quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados, y a quienes se los retengáis, les serán retenidos(Juan 20:19-23). No hay duda que el Espíritu Santo es el Espíritu de la misión.
Para finalizar, una palabra de aclaración sobre Joel 2:28-29 y Hechos 2. A veces se pone el énfasis en profecías, sueños y visiones porque esto es lo que producirá el derramamiento del Espíritu de acuerdo a Joel 2. Este énfasis es dudoso. El énfasis real del pasaje es todo ser humano, hijos e hijas, ancianos y jóvenes, siervas y siervos. La profecía es sobre el derramamiento del Espíritu sobre cualquier persona. Este es un derramamiento con propósito desde luego, pero este propósito es explicado por el Nuevo Testamento. Incluye profecía, sueños y visiones, pero en manera alguna se limita a eso.
Lo otro que hay que notar es sobre la llenura del Espíritu en Hechos. La primera mención de la frase “llenos del Espíritu” aparece en Hechos 2:4. “Y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. Cabe preguntarse si comenzar a hablar en lenguas es resultado de estar llenos del Espíritu Santo. Creo que sí.
La segunda mención de la frase "llenos del Espíritu Santo" aparece en Hechos 4:31 "y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios". De igual manera, aquí la pregunta es si hablar con denuedo la palabra de Dios es mencionado como resultado de estar lleno del Espíritu. Creo que sí.
La tercera vez que aparece la expresión es en Hechos 6:3 "Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos este trabajo". El trabajo a encargar es "servir a las mesas". Aquí la relación no hay que buscarla entre "llenos del Espíritu" y las expresiones de la par, sino en el trabajo que hay que realizar. Servir a las mesas requiere una persona llena del Espíritu. Pero si las dos citas anteriores enseñan que alguien lleno del Espíritu es alguien que habla en lenguas y habla con denuedo la palabra de Dios, tenemos un problema, porque precisamente los apóstoles quieren que otros sirvan las mesas porque ellos deben dedicarse a predicar la palabra de Dios. Lo mejor es pensar que el servicio cristiano requiere a una persona llena del Espíritu.
Una cuarta vez que aparece la expresión es en Efesios 5:18 "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones". ¿Significa que estar lleno del Espíritu es hablar con salmos, himnos y cánticos? Y ¿qué significa hablar cantando? ¿Hay que cantar en el culto, en el trabajo, en el colegio, en la calle, en la oficina? Lo mejor es pensar que una adoración verdadera nace una persona llena del Espíritu de Dios.
Terminemos recordando que estar lleno del Espíritu es estar lleno de las cualidades del Espíritu. Si el Espíritu es Santo, estar lleno del Espíritu es estar lleno de santidad. Si el Espíritu es vida, estar lleno del Espíritu es estar lleno de vida. Si el Espíritu verdad, estar lleno del Espíritu es estar lleno de verdad. Si el Espíritu es Consolador, estar lleno del Espíritu es estar lleno de consuelo.
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Datos personales
- sadrac
- Pastor de CCEB y Profesor del Seminario ESEPA. Ver más información en www.esepa.org
Estimado Profesor Sadrac, gracias. pregunto puedo pensar que el Espíritu Santo manifiesto me permito hablar en mi propia lengua o debe ser una lengua extraña que yo misma no pueda entender lo que digo o bien no me doy cuenta de lo que digo sino de lo que siento...un corazón agradecido adorando al Dios viviente.
ResponderEliminarEl tipo de lenguas que usted menciona es el mencionado por Pablo en 1 Corintios 12 y 14. No voe por qué no vayamos algunos creyentes hablar estas lenguas.
ResponderEliminarSobre las lenguas que son idiomas como los de Hechos 2, no se vuelven a mencionar en el Nuevo Testamento. Creo que he escuchado algunos testimonios modernos sobre esto. El Espíritu es soberano. Nosotros no lo mandamos. El puede hacer en y con el creyente lo que crea conveniente para avanzar su obra en nosotros.
Cuando los testimonios de las personas son en contra de los ejemplos bíblicos o el sentido común, hay que tener reservas y evaluar bien el asunto.
Me bendijo mucho el artículo. Señalo 2 cosas: tiene usted razón cuando habla del cambio en el corazón de la iglesia evangélica: de una pasión por el ESp Santo a una pasión por el dinero y la fama (sin generalizar como decías). Qué triste!, Qué el nos santifique!
ResponderEliminarTambién al hablar de Hec 6: dice que buscaban a varones de BUEN TESTIMONIO. Qué importante que la gente que quiera servir recuerde que el buen testimonio también es evidencia de la llenura del ESp Santo.
Gracias por el artículo. Sofía
Gracias por sus comentarios.
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